"de par en par" es un espacio de trabajo y de encuentro entre los alumnos de los talleres de teatro y claun de silvia aguado.
para compartir, mostrar, abrir la puerta de par en par, a los pares de aventura.

06 mayo, 2012

BE


Muchas veces me descubro pensando en algo que me dijo una vez mi papá: “uno siempre se acuerda de la primera vez que hizo alguna cosa, pero nunca sabe cuál será la última”. Creo que la frase no era así. Era más bien un paralelismo, era algo como “uno siempre se acuerda de la primera vez, pero nunca de la última” o “uno recuerda la primera vez que hizo algo, pero no la última”. De una u otra forma, creo que siempre mantengo esa mirada retrospectiva. Muchas veces me descubro midiendo el tiempo hacia atrás e inventando imaginarios e irrelevantes aniversarios. “Hace diez años”, me digo, “conocí a una persona”, “hace diez años”, me repito, “también empecé la facultad, hace una semana, en esta hora, desbordó el agua de la terraza y se arruinó la pared, hace cuatro meses, un día como hoy, dejé de pagar el monotributo, hace tres años y veintisiete días tengo este trabajo”. En algún sentido, termino concibiendo los días como finas capas de una cebolla, translúcidas y superpuestas, que puedo atravesar sin mayores complicaciones.

I.
                 Este último jueves, le dieron el título de médica a una de mis mejores amigas de la infancia. Tiene 29 años y es médica. Es doctora. Cura gente, de verdad, o sea, es médica. Cuando éramos chicas, me acuerdo, ella decía que quería ser médica forense y a mí me parecía que ese decir podía asustar a otros: “¿Qué querés ser cuando seas grande? Médica, médica forense”. Ahora, ella reniega de esas decisiones. “Si volviera a elegir, sería ingeniera porque la medicina es una mierda”, me hizo saber la semana pasada. Muchos años esperando una vocación que ahora ya se desdibujó ahogada en el sistema, o en la adultez, que es un poco lo mismo.
                 Lo que me gusta de nuestra amistad es que siempre tendemos a pesar las cosas de la misma manera. Por ejemplo, el otro día me dijo que unos amigos de ella se iban a casar, que él tuvo millones de aventuras, que ella dejó todo por él, que están felices. Yo pienso “¡qué horror! No les va a durar la felicidad” y me calló porque lo que pienso es horrible. Y, entonces, en medio de esa soledad del pesimista, ella, mi amiga de la infancia, la médica, la doctora, mi amiga dice “con todas esas aventuras, y ella, dejando todo por él, no van a ser felices mucho tiempo”. Sonrió. Con ella, me siento menos sola en mi pesimismo.
                 Cuando salió de recibir el título, me dijo que no le salió ni una sola lágrima. Yo había llorado a lágrima viva. Siempre que la veo venir hacia mí, es como si caminara por el patio del colegio. Pasaron veinte años y para mí, ella está igual que siempre, solo que ahora tiene 29 años, es médica, es doctora y cura gente.

II.
                 Este año hace diez años que empecé la carrera. Hace diez años estaba cursando la materia que ahora enseño. Miro a mis alumnos y deseo profundamente que en diez años ellos estén donde hayan querido estar, tal como me sucede a mí ahora. A pesar de que todo cambio, todo sigue igual de alguna manera.
                Durante ese primer año, en una materia, nos pasamos tres meses analizando un cuento de Saer. Un cuento horrible de Saer. Sombra sobre vidrio esmerilado. Recuerdo dos cosas de ese cuento: “hay que romper la camisa de fuerza del soneto” y “a veces es necesario que todo cambie, para que todo siga como siempre”. Que recuerde esas dos cosas quizá implique que el cuento no era tan horrible. En ciertos momentos, vuelvo a esa historia y descubro, siempre novedosamente y con sorpresa que la frase en verdad dice “Y he descubierto que muchas veces es lo que cambia en una lo que le permite a una seguir siendo la misma”. Todavía no decidí si las dos expresiones son antagónicas o no. Por momentos, creo que no, por momentos tengo la certeza de que sí.

III.
                 La primera vez que tomé un café tenía como siete u ocho años. No era un café lo suficientemente bueno como para justificar  la pasión que desató desde entonces. Seguramente, el hecho de tener una alergia al chocolate, de no poder tomar la chocolatada diaria ponía en evidencia la falencia de poseer una bebida propia e identificatoria en desayunos y meriendas.
                 Mirábamos televisión con mi mamá y mi papá. Mi papá y yo siempre nos sentábamos en el piso del living y mi mamá se ponía en una de las sillas de la mesa. Siempre fueron posiciones tan naturales que no recuerdo cómo ni cuándo ni si hubo una decisión explícita para la elección de cada sitio. Debió ser, claramente, pura arbitrariedad.
                 Lo cierto es mi papá tenía una taza pequeñita con una bebida oscura y amarga, y a esas alturas ya bastante fría también. Hice la pregunta pertinente “¿qué es eso?, ¿puedo probar?”. Mi  papá miró a mi mamá o mi mamá miró a mi papá. Se miraron. Y yo probé el café en una especie de rito iniciático. No me gusto, por frío, por amargo, por oscuro. “Con leche te va a gustar más”, dijo mi mamá. Y sí. Tenía razón, como siempre tienen razón las mamás.


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origen

“de par en par” surgio a partir de la necesidad de producir encuentros entre los alumnos de los distintos talleres que dicto. esta es una tarea colectiva. y paradójicamente, el actor suele tender a quedarse solo. a creer que es solo. y a que las cosas llegan de afuera. creo que estar en contacto con la gente que esta en el mismo proceso que uno, sirve para activar, incentivar, despertar: ganas, ideas, proyectos, dialogos, reflexiones y tantisimas cosas mas. estar con los otros. juntos. poder abrir la puerta. para seguir jugando. o para encontrarse a pensar.

el primer encuentro de puerta abiertas de “par en par” estaba previsto para el lunes 6 de julio. la fecha elegida resulto estar dentro del alerta sanitaria por la gripe a. y dicho encuentro especial quedo postergado para mas adelante.

entonces, este blog surge. aparece la necesidad de no postergar el compartir. aunque lo que compartamos, en este caso, este teñido de otros temas. actuar. obrar. hacer. “¡entonces, escribamos!”. que es una manera. que el primer encuentro de trabajo, postergado por la realidad, se vuelva tarea y sea ficcion!

y aca estamos. trabajando.

un dis-PAR-ador: el miedo

el artista toma la realidad, la pasa por sigo mismo, se deja atravesar por ella, y con lo que le sucede a partir de ella, crea. el artista produce a partir de lo que lo rodea y desde lo que le sucede a el con ella.
el miedo que hay afuera, en la calle. y el miedo que hay adentro, en uno mismo. a veces coinciden. otras no. el miedo es uno de los temas que giran en torno a estos dias. y todos lo tenemos en comun. o por mucho o por muy poco.
lo que cada uno percibe del mundo a partir de si, y lo que a cada uno le pasa con esa realidad, fue el motor de estos trabajos. el miedo funciono como disparador. para trabajar. para reelaborar. y crear. el miedo como punto de partida. y a veces, de llegada.
podemos coincidir o no con el gusto del otro. con como el otro vive lo que pasa y con como le pasa.
considero que lo importante es poder hablar. poder hacer. no tapar. compartir juntos lo que nos pasa, trabajar con aquello que nos pasa, y poder vivirlo junto a otros, es una manera de estar menos solo.

lo que veran a continuacion, pertenece a un espacio de creacion. es trabajo. es ficcion. es lo que nos convoca: nuestra tarea en comun.

silvia aguado.