¡Tarde! Llegué tarde. 6 años y 3 hermanos después,
llegué. Inesperadamente. De sopetón. Re-abrí la famosa y horrendamente llamada
“fábrica”. Como buena sorpresa, decidí venir un 6 de enero. “Regalito de reyes”
decía mi mamá. ¿Me habrán dejado en un zapato? ¿Vine en camello? ¿Crucé
desiertos? Quizás por eso me demoré. No es tan fácil eso de venir al mundo. Y
yo, nacida bajo el sol de capricornio, siempre supe tomarme mis tiempos.
Mi casa vieja, mi lugar en el mundo. Nunca vacía.
Siempre familia y amigos, hermanos, primos, la casa del pueblo. Infancia muy
feliz o muy idealizada, no lo sé (aunque qué importa). Y será por eso que algo
de mí nunca quiso crecer.
Tanto me gustaba estar en mi casa que tener que ir al
jardín me parecía una locura inentendible. ¡Me rehusaba! Me rehusaba haciendo
todo tipo de artimañas para escaparle al asunto: hacerme la dormida, acusar dolor
de loquesea, llorar hasta conmover a mi madre, incluso ya de más grande
calentar termómetros con lamparitas prendidas. En el colegio siempre me sentí sapo de otro
pozo, sin embargo hasta los 12 años fui la alumna ideal. Todo 10, súper
premiada por mi desempeño y compañerismo, hasta ganadora de medallas en
atletismo. Pues bien, todo eso cambiaría al llegar la Adolescencia (ruido
de truenos). Me cansé. Dejé de estudiar. Me llevé materias. Del deporte ni
noticias; me transformé en dormidora profesional de siestas maratónicas.
Aprendí a pegar portazos, a odiar a mis padres, a amar a mis amigas, a
falsificar documentos, a disimular resacas. Rebeldía, que le dicen. Pero como ya mencioné, soy una chica que sabe
tomarse sus tiempos. Entonces llegué tarde al primer beso. Y a la primera vez.
Y al primer novio. Mucho llanto. Y mucha risa. Y mucho todo. Recuerdo esos años
como los peores y los mejores al mismo tiempo. Amistades, amores, deseos,
desilusiones, todo todo pasaba a mucha velocidad e intensidad.
Después, el vértigo. El vértigo de hacerse cargo.
Abandonar la rutina impuesta y empezar a decidir. Nunca fui muy buena tomando
decisiones. Dejar carreras por la mitad. No saber qué hacer. Trabajar.
Renunciar. Trabajar. Renunciar. Buscar. Buscar sin saber bien qué, pero nunca
dejar de buscar. Descubrir cosas nuevas. Descubrir el teatro. Descubrirse. Sorprenderse.
Aprender a aceptarse. Aprender a reírse con todo el cuerpo. Conocer mucha gente
nueva. Mucha gente que ve el mundo parecido a como lo ve uno. Dejar de sentirse
tan sapo de otro pozo. Encontrar un pocito y sentirse parte de él. Encontrar MI
pocito, si es que existe uno… o dos… o tres... En eso estoy, en eso ando. A
paso lento pero seguro. Porque así soy ¿ya lo dije? Una chica que sabe tomarse
sus tiempos.
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