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Buenas (lo dejo sólo en las buenas, ya que no se si leerán esto por la mañana, la tarde o la noche. Entonces no me quiero arriesgar a decir cualquier barbaridad, ya que posiblemente este texto llegue a manos de todo el mundo). Como probablemente este texto recorra el mundo, voy a aprovechar para decirles que soy extraordinariamente bueno en la cocina. Es un hobby la cocina para mí, pero cuando me encuentro dentro de la misma, siento que mi cara y mi cuerpo se transforman y así también mis emociones. Quiero sincerarme y decirles que más de una vez vi como se me ponía la piel de gallina antes de empezar a cocinar. No sólo encuentro, en este arte, una forma de agasajar a mis invitados y a mi persona, sino también una posibilidad de cambiar el mundo si todos lo viéramos de la misma forma. Un camino para que seamos cada vez más felices y sólo preocuparnos de que el plato que fuésemos a comer nos provoque un sentimiento orgásmico. ¿Por qué? se preguntaran ustedes. Porque cuando esto ocurre, nos encontramos en, lo que yo denomino, “la cúspide de la cocina”, y es cuando podemos experimentar un orgasmo al finalizar el plato. He aquí, la única posibilidad de mezclar los dos placeres más grandes que tiene esta humanidad que son el sexo y la comida. Propongo avanzar y crecer, experimentar y ver, saber sin entender que hay un camino mucho más directo, pero no por esto más fácil, para llegar a la felicidad plena. Para mí y para algunos, la vida se reduce a eso. Un buen momento, un sabroso plato de comida, un orgasmo y una risa.